Aprender a fallar es aprender a ser optimista.
La mayoría de la gente tiene una aversión natural al "optimismo" y, como consecuencia, una aversión natural a "fallar".
El sentimiento general es que ser optimista es ignorar las cosas malas y mucha gente rechaza la idea porque sienten que no es real, que de alguna manera es reprimir la realidad y vivir en un mundo ficticio.
Mucha gente siente, análogamente, que aprender a fallar es ignorar que algo podría salir mal, pero no.
Ser optimista no es ignorar lo malo, sino creer que a pesar de las dificultades y los resultados negativos vamos a progresar y crecer.
Aprender a fallar, entonces, es creer que aunque un proyecto o decisión tuvo resultados negativos el sólo hecho de haber hecho el trabajo nos da más herramientas para progresar y crecer.
Aprender a fallar es ver el "bigger picture" y tener fe en que vamos a poder resolver los problemas (gracias al trabajo que hacemos) para poder ser exitosos en el futuro.
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