Dice Adam Grant que nos dividimos en dos tipos de personas cuando tomamos decisiones: los que buscan la opción de máxima total utilidad (maximizadores) y los que buscan la opción suficientemente buena según el contexto (satisfazores).
Los maximizadores están en una desventaja natural porque, para poder escoger la opción que realmente maximiza su utilidad, tendrían que poder analizar todas las opciones posibles.
Si quisieran comprar la mejor casa, tendrían que poder analizar todas las casas disponibles y eso, entendemos por instinto, es imposible. El proceso les genera ansiedad y parálisis pero, para hacerlo peor, tienen más probabilidad de estar infelices incluso después de tomar la decisión. Tienden a quedarse pensando en todas las opciones que no pudieron analizar que les pudieron haber generado mejor utilidad.
Los satisfazores, en cambio, están tranquilos sin sentir una presión por analizar cada opción posible. Este es un camino más eficiente y que genera más paz, definitivamente. El problema con la mentalidad de escoger la opción "suficientemente buena" es que puede ser que dejemos muchísimo valor en la mesa, pero los satisfazores no se preocupan por esto.
Lo que debemos sacar de todo esto es que hay lugares, momentos y circunstancias para ser maximizador o satisfazor. ¡No sirve ser maximizador para todo! La simple acción de escoger la merienda de de la tarde volvería terrible. Pero tampoco serviría ser satisfazor cuando estamos comprando una casa.
La clave es tener una estructura para saber qué sombrero ponernos según el contexto. ¿Podemos tomarnos un segundo antes de tomar decisiones para analizar si debemos de maximizar la decisión o sólo satisfacerla?
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