“There’s no difference between a pessimist who says, ‘Oh, it’s hopeless, so don’t bother doing anything,’ and an optimist who says, ‘Don’t bother doing anything, it’s going to turn out fine anyway.’ Either way, nothing happens.” — Yvon Chouinard
El optimismo es una corriente de pensamiento que siempre se malentiende, tiende a entenderse como un positivismo ciego, hasta tóxico. Un optimista es en realidad quien ve lo que está mal y entiende que puede estar mejor. Pero ojo, cómo dice Yvon Chouinard (el fundador de Patagonia), es tan inútil el optimista ciego cómo el pesimista: ninguno actúa. El optimista de valor es el que actúa.
El optimismo es necesario para vivir (aunque no es necesario para existir). No podemos resolver ningún problema (de vida, de trabajo, de sociedad, de nosotros mismos) si no somos optimistas. Resolver cualquier problema, o generar valor, requiere de creer que se puede hacer. Si no creemos que se puede, no lo vamos a hacer. Pero eso no es optimismo ciego, es optimismo funcional. Es un optimismo basado en la confianza de que podemos tratar de resolver el problema, es un optimismo basado en que los seres humanos tenemos valor - todos - no solo algunos. Que somos creativos, que podemos aprender, que somos empáticos, que tenemos habilidades.
El optimismo funcional aplica para cualquier nivel de inteligencia, habilidad y para cualquier tamaño de problema, lo único que hay que tener es el sentimiento de que hay una solución y podemos aportar a ella.
Nunca ignoremos lo que está mal, pero no seamos pesimistas. Siempre creamos que todo puede estar mejor, pero no seamos optimistas ciegos. La clave está en actuar.
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