La Paradoja de las Ideas Épicas (que no son épicas)

Hablando de nuestra voz, he descubierto una mega paradoja que parece ser lo que detiene a tanta gente de usar su voz.

No queremos usar nuestra voz por miedo a que no sea un buen mensaje y ser criticados, pero la única manera de llegar a tener un buen mensaje es exponernos a ser criticados.

Sería más fácil para todos poder desarrollar un buen mensaje a puerta cerrada antes de sacarlo al mundo para asegurarnos que vaya a ser bueno, ¡pero es imposible por definición!

Un mensaje, por definición, necesita un emisor (nosotros) y un receptor (la audiencia). Además, un "buen mensaje" implica que tiene que tener valor para la audiencia.

Entonces, la única manera de tener un mensaje es tener una audiencia y la única manera de saber si un mensaje genera valor para esa audiencia es darle el mensaje y recibir su feedback.

¡OJO! Por definición no somos nosotros quienes decidimos si nuestras ideas son buenas o malas, es la audiencia 🤯

Entonces, cuando saco una idea al mundo:

• Si el feedback es positivo: listo. Ya terminé, ya sé que tengo un buen mensaje y lo puedo expandir.
• Si el feedback es negativo: ahora sé cómo puedo mejorar el mensaje para volverlo a sacar.

Esta paradoja me recuerda a un ejercicio mental famoso que comienza con un gato hipotético en una caja cerrada dentro de la cuál hay un frasco con veneno. Si no podemos ver dentro de la caja, ¿podemos saber si el gato está vivo o muerto? No. Filosóficamente tenemos que aceptar que si no hemos visto dentro de la caja el gato está vivo y muerto al mismo tiempo y hasta que abrimos la caja podemos ver si está "vivo" o "muerto".

A ese ejercicio también se le llama La Paradoja de Schrödinger y es igual a La Paradoja de las Ideas Épicas que me acabo de inventar. Una idea que está encerrada en nuestra cabeza no es ni buena ni mala, casi que no existe. La única manera de que una idea exista y genere valor para otros (y para nosotros) es sacarla de nuestra cabeza.

Yo sé que es difícil. Nunca dejamos de preocuparnos por el miedo a sacar ideas malas (a mí me pasa todos los días), pero con práctica vamos aprendiendo que es más lo que ganamos de comunicar una idea que de guardarla.