Parálisis por análisis no existe.
Sí, nos cuesta tomar decisiones, pero no es que nos paralizamos a la hora de tomarlas por culpa del análisis.
¡Somos épicos haciendo análisis! Podemos analizar una decisión y prever 37 escenarios diferentes, cada uno con un resultado diferente, algunos buenos y otros malos. Pero aún haciendo todo eso nos cuesta decidirnos.
La verdad es que nos paralizamos al tomar decisiones porque nos da miedo que el resultado que más queremos no vaya a suceder.
¿Qué pasa si tomo una decisión para obtener lo que quiero y no sale bien?
Es un reto pensar en los resultados a futuro porque el futuro no existe — todavía. No sabemos si la decisión que tomemos va a salir bien o mal y, entonces, ¿cómo se supone que debo de escoger?
Esa ambigüedad sobre el futuro también nos lleva a ponerle valor a nuestra vida únicamente considerando lo que ya pasó y que podemos medir (en unas cosas nos fue bien, en otras mal, ¿cuál es mi nota?).
Pero las decisiones que vamos a tomar son para vivir nuestro futuro, ¿no? No nuestro pasado.
Blaise Pascal, matemático y filósofo francés, inventó su Teoría de Probabilidades en 1654 analizando problemas matemáticos de apuestas y azar.
Otros matemáticos habían intentando resolver estos problemas, pero solo analizando un caso o una apuesta viendo hacia atrás:
Imagínense que estamos jugando escudo o corona y toda la plata se la deja el que llega a 3 partidas ganadas. ¿Quién se deja la plata si tenemos que detener el juego cuando usted lleva 2 ganadas y yo llevo 1?
Los otros matemático veían hacia atrás a lo que ya había pasado: persona A ganó 2 de 3 partidas y persona B 1 de 3; por consecuencia A debería de llevarse 2/3 del dinero y B 1/3.
Pero Pascal vio otra cosa. ¡Todavía falta juego por jugar! ¿Por qué no se toma en consideración lo que podría pasar en el futuro a la hora de decidir?
Pascal llegó, matemáticamente, a un tema muy humano: ¿cómo podría analizar el futuro para tomar la mejor decisión hoy?
*** No quiero meter más mate en este newsletter, pero si quieren nerdear aquí está la explicación resumida de cómo Pascal resolvió el tema de la apuesta tomando las probabilidades de resultados a futuro.
Si hablamos de nuestro Diseño de Vida, no deberíamos de solo pensar en lo que ya se vivió sin tomar en cuenta lo que falta por vivir y todas las posibilidades que podrían venir.
Según lo que nos dice Pascal, el poder asignarle valor a un futuro incierto es lo que, justamente, nos permite tomar mejores decisiones hoy.
El ejercicio más famoso de Pascal fue deducir, matemáticamente, si deberíamos, o no, creer en Dios.
Creer en Dios no es un problema matemático — es un acto de fe, aclaremos eso.
Pero el ejercicio me pareció revelador porque me enseñó cómo se pueden analizar cosas tan abstractas (como la existencia de Dios) para que podamos tomar decisiones concretas y prácticas.
Pascal definió 4 posibles resultados de creer, o no creer, en Dios:
La mate es clarísima: vale la pena pagar cualquier costo finito por tener aunque sea la más mínima probabilidad de obtener recompensas infinitas o evitar pérdidas infinitas. No importa qué tan pequeña sea la probabilidad de lo infinito, siempre va a ser más que cualquier monto finito.
“Si ganan, lo ganan todo; si pierden, no pierden nada. Apuesten, entonces, sin duda alguna que Él existe.” — Blaise Pascal
¡OJO! Esto no es un intento de convencerlos de creer en Dios — como dijimos, eso es un acto de fe que sólo ustedes pueden tomar — esto es un intento de darles una herramienta con la que puedan analizar, matemática y racionalmente, temas tan abstractos.
Por ejemplo, ¿debería o no tomar las decisiones para vivir la vida que quiero vivir?
¿Qué pasa si tomo una decisión para vivir la vida que quiero vivir y no sale bien ? ¿Voy a estar destinado a vivir una vida que no quiero? ¿Qué pasa si me doy cuenta dentro de 5 años que tomé una mala decisión y a pesar de todo mi esfuerzo no obtuve los resultados que quería y ya no puedo recuperar esos 5 años?
“¿Qué pasa si, aunque diseñe mi vida, no termino feliz?”
Estas son preguntas reales que me han hecho. Estas son preguntas reales que yo me he hecho.
Esas decisiones que viven en nuestras almas y cerebros son grandes y asustan. Tomar la decisión implica riesgo, no está garantizado que vaya a salir bien y no sabemos si nosotros vamos a poder hacer que salga bien.
Confiamos en lo que ya hemos hecho, en lo que nos trajo hasta acá, aunque esas cosas nos hayan dado una vida que no sea la que queremos vivir.
“Most people prefer the certainty of misery to the misery of uncertainty.” — Virginia Satir
Está muy estudiado: le damos más valor a lo que podemos perder que a lo que podemos ganar (leer el newsletter pasado: “Nuestra aversión a la pérdida es peligrosa”), y eso nos lleva a paralizarnos ante cualquier probabilidad de perder algo, aunque podamos ganar más.
“Everyone wants a guaranteed reward before they put themselves at risk. The world does not work that way. [...] That’s the cause of our discontent: we want to be assured of the outcome before we invest. We want to know what’s going to happen before it happens, so we can enjoy the good and avoid the bad. We want the maximum rewards for a minimum of effort and cost. We want the world to bend to our wishes, but the world is under no obligation to give us what we want.” — Josh Kaufman, How to Fight a Hydra
Todo lo que queremos para nuestra vida tiene como requisito enfrentarnos a no saber qué va a pasar.
Cuando escogimos una carrera en la universidad no sabíamos qué iba a pasar. Cuando nos casamos no sabíamos qué iba a pasar. Estamos aquí porque tomamos decisiones sin saber qué iba a pasar.
Tomar decisiones hacia el futuro para acercarnos a la vida que queremos vivir requiere lo mismo.
Pero, ¿todas las decisiones tienen que ser tan inciertas?
Cuando me encontré el análisis Pascal sobre las probabilidades de creer en Dios me di cuenta que nos estaba dando una herramienta para analizar decisiones para el futuro de nuestra vida y usar la incertidumbre para escoger.
¿Qué ganamos si logramos ser felices y vivir la vida que queremos vivir?
Ganamos todo, ¿no?
No hay nada más que eso.
No voy a decir que es un retorno infinito como lo sería la promesa de un paraíso eterno como en el análisis de creer en Dios, pero es lo segundo mejor.
Es tan grande el beneficio de lograr vivir la vida que queremos que podemos decir que es prácticamente infinito.
Para vivir esa vida que queremos, la que tiene el beneficio (casi) infinito, tenemos que apostar por las decisiones que nos acercan a vivirla, aunque no sepamos si vamos a ganar esa apuesta.
Esas decisiones tienen un costo: esfuerzo físico, esfuerzo mental, miedo, pena, incertidumbre, la reacción de otras personas, tiempo y hasta recursos monetarios. Todos son costos finitos y minúsculos comparados al beneficio (casi) infinito de vivir la vida que queremos.
Esa apuesta tiene una ventaja: vivir la vida que queremos no se trata solo del resultado de las decisiones que tomamos, sino también de la persona en que nos convertimos en el proceso de tomar las acciones que decidimos tomar.
¡Es un win — win! Si todas nuestras decisiones salen bien: obtenemos todo lo que queríamos. Si no todas salen bien: igual nos convertimos en la persona que queríamos ser porque aprendimos, crecimos, progresamos. Y eso, al final, era lo que queríamos.
Entonces, ¿qué deberíamos de hacer cuando tengamos que tomar una decisión de vida y estemos paralizados?
Si existe aunque sea la más mínima probabilidad de ganar un beneficio (casi) infinito para nuestra vida, viendo hacia el futuro, entonces racionalmente, la única decisión correcta es pagar cualquier de esos costos.
¡Y se pone mejor! La decisión de creer en Dios la podrías ver como 1 decisión, mientras que la decisión de acercarnos a nuestro Diseño de Vida son muchas decisiones, incluso decisiones diarias. Podemos aprender de cada decisión en el corto plazo, cambiar de rumbo y ajustar según los resultados que vamos obteniendo.
Eso significa que aún cuando una decisión salga mal y paguemos el costo, siempre vamos a poder tomar otra decisión después de esa y eso nos permite seguir buscando el camino hacia nuestra felicidad.
Tener esa flexibilidad aumenta los posibles resultados positivos a futuro y le agrega valor a lo que puede pasar.
Al final Pascal no está proponiendo que tomemos una decisión tan importante y basada en el alma como creer en Dios usando una fórmula matemática — eso sería minimizar el concepto de Dios y quitarle el propósito.
Yo interpreto que Pascal, sabiendo que somos humanos de carne y hueso y que nuestros cerebros tienen que considerar emociones y miedos y ambiciones, nos está dando una manera de sentir confianza y paz de tomar una decisión que tendría beneficio infinito.
Yo siento confianza en esta herramienta justamente porque sí somos humanos, y sí nos complicamos con temas emocionales y miedos y ambiciones y querer encajar con otros cuando estamos tomando nuestras decisiones de Diseño de Vida.
Podemos tomar una decisión humana, llena de complejidad, y hacer un análisis muy sencillo:
Si esta decisión sale bien, ¿me acerca o me aleja de la vida que quiero vivir?
Si la respuesta es que nos acerca, entonces podemos tener la confianza de que estamos tomando la decisión que tiene más probabilidad de hacernos feliz, aún si no sale cómo queríamos que saliera.
¡Es tomar la decisión, no el resultado de la decisión, lo que hace que nuestra vida sea épica! Porque sin esa decisión el resultado, cualquiera que sea, es imposible.
“If your choices are beautiful, so too will you be.” — Epícteto
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P.D.: Hace 5 años escribí sobre la apuesta/decisión más importante que he tomado. Me cambió la vida. No estaría aquí si no la hubiera tomado. La tomé con mucho miedo. Es mi artículo más leído — según Google 50-70 personas lo encuentran cada semana a través de search. Lo escribí hace mucho y escribo mejor ahora, pero comunica bien cómo tomé esa decisión: Cómo tomé la decisión de abandonar mi profesión y hacer otra cosa
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