La decisión “correcta” nunca tiene una definición absoluta. No hay una “decisión correcta” universal.
Lo que es correcto para mi contexto no es correcto para el suyo, ni para el de su mejor amiga. Lo que es correcto hoy no es correcto mañana, ni lo que es correcto en este segundo es correcto en el siguiente. Lo que fue correcto en el libro de historia no va a ser correcto en el libro de historia de mi hija. Lo que es correcto para mi religión no es correcto para la de otros. Lo que es correcto para mi diseño de vida, no es correcto para el diseño de vida que querían mis papás.
Tratar de tomar la decisión correcta debería de pensarse, mejor, como tomar una decisión óptima - para mí, para el momento, para el contexto, para mi diseño de vida, para la información que tengo.
No hay una sola decisión “correcta”, pero hay muchas decisiones “óptimas” dependiendo de la persona y la situación.
Esto nos puede ayudar a pensar en nuestras decisiones y las de los demás.
Para nuestras propias decisiones podemos entender que estamos haciendo lo mejor para el contexto actual. Que estamos decidiendo lo óptimo según lo que conocemos y queremos hoy y que no estamos tratando de ser “correctos” a nivel universal (eso es imposible).
Además, nos dice que si mañana el contexto cambia o que si obtenemos nueva información o cambiamos de diseño de vida, podemos cambiar nuestra decisión para reflejar eso. Ninguna decisión está escrita en piedra.
Para las decisiones ajenas, nos ayuda a entender que - en su mayoría - la gente está tomando la mejor decisión que puede según su contexto, la información que tiene y lo que quiere para su vida. A veces se van a equivocar (como nosotros), pero estaban tratando de optimizar su vida según su contexto en el momento.
Nunca hay decisiones “buenas” o “malas”, hay decisiones que optimizan nuestra vida en nuestro propio contexto y las que no.
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