Hace 20,000 años las probabilidades de que nos matara un tigre eran muy altas. O un oso. O caernos por un precipicio en la jungla.
De hecho, hoy estamos aquí porque hace 20,000 aprendimos a estresarnos por las cosas peligrosas. Aprendimos a estresarnos por casi todas las cosas, todo nos quería matar: los animales, el clima, el terreno, otros clanes.
Hoy, 20,000 años después, seguimos entrenados a estresarnos por las cosas que creemos peligrosas, pero como no hay ningún tigre, le asignamos el “peligro” a cosas que no lo son realmente.
Si una reunión de trabajo no sale tan bien nos estresamos. Si el post de Instagram no tiene suficientes likes nos estresamos. Si nadie nos compra un producto nuevo nos estresamos. Con casi todo, nos estresamos.
Pero hoy no hay ningún tigre.
Está bien estresarnos por las cosas que nos pueden matar o que pueden realmente descarrilar nuestras vidas, pero la mayoría de las cosas que pasan y que nos pasan no entran en esa categoría.
Una buena práctica es hacernos la pregunta:
”¿Qué es lo peor que puede salir de esto?”
¿Nos va a matar? ¿Vamos a perder a nuestra familia? ¿Vamos a quedar en la calle? Si la respuesta no es ninguna de las anteriores tal vez podemos encontrar perspectiva y entender que:
No hay ningún tigre.
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