Tomé una serie de decisiones que cambió mi vida hace 11 años.
Además, decidí que mi meta iba a ser aprender y generar valor.
Esas decisiones hoy puedo decir que me salieron bien. Pero en el momento yo tenía mucho miedo. Mis papás tenían más miedo. Y mis amigos creían que me había vuelto loco.
Pudo haber salido mal.
Y si salía mal, ¿qué era lo peor que podía pasar? No sé. Pero nada tan grave como que no pudiera comenzar otra vez.
Mi aprendizaje más importante en esta década de tomar mis propias decisiones (medio extremas) y ayudarles a otros a tomar decisiones, es que es imposible saber el resultado de una decisión antes de tomarla. Entonces si queremos saber qué va a pasar tenemos que tomarla y actuar. Y cuando actuamos y vemos los resultados, no tenemos que analizarlos de la misma manera que nuestros papás y amigos.
Nuestros resultados son nuestros y pueden ser bueno, malos o regulares, pero son nuestros. Depende de nosotros qué queremos hacer con ellos.
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